Pocas veces, por no decir ninguna, la dimisión de un consejero delegado ha sacudido al ciudadano de a pie hasta el punto de saltar de teléfono en teléfono -o mejor dicho, de iPhone en iPhone-, como ocurrió el miércoles por la noche cuando se conoció la retirada de Steve Jobs. Pero es que el consejero delegado de Apple no era cualquier oscuro ejecutivo de los que leen informes y presiden las reuniones del consejo de administración, como pretende ser a partir de ahora, sino un visionario que transformó las vidas de los comunes mortales.
Ante cada nuevo lanzamiento, las colas ante las tiendas de Apple daban invariablemente la vuelta a la manzana durante meses. Varias generaciones confiaban en el hombre del eterno pantalón vaquero y jersey negro, más delgado en cada presentación debido a un inusual cáncer de páncreas, para traerles el último grito tecnológico que todos sabían se convertiría en un hito cultural. Jobs los presentaba personalmente y nadie dudaba de que eran el resultado directo de este genio tecnológico que no hacía concesiones. En 2006, cuando Apple se preparaba para revolucionar los teléfonos móviles, Jobs recibió hasta tres prototipos de iPhone, de los que descartó sin contemplaciones los dos primeros. Para él Apple sólo podía ofrecer lo mejor y eso no lo averiguaba con estudios de mercados o grupos de opinión, sino con su propia intuición. ®No es el trabajo de los consumidores saber lo que quieren¯, atajó una vez.
Despedida
Tanta es la dependencia que tiene el mundo tecnológico de un solo hombre que la noticia de su dimisión fue recibida en los medios y en las calles como si hubiera llegado el fin de una era; para qué hablar del de Apple. Cierto es que su propio comunicado tenía ecos fúnebres, al igual que los ríos de tinta que ha desatado llevan un inconfundible tono de necrológica.
®Siempre dije que si hubiera un día en que no pudiera cumplir con mis responsabilidades y con las expectativas de ser el consejero delegado de Apple, yo sería el primero en decirlo¯, escribió Jobs en su carta de despedida. ®Lamentablemente ese día ha llegado¯.
No es que Jobs se encuentre en su lecho de muerte dando los últimos estertores, porque de hecho permanecerá como presidente del Consejo de Administración, pero ya no supervisará la creación de esos maravillosos juguetes electrónicos que le han hecho famoso, ni al parecer tiene esperanzas de recuperarse. Los expertos creen que ha dejado en marcha los lanzamientos de los próximos dos o tres años, empezando por el iPhone 5, que verá la luz en octubre, y siguiendo con el iPad 3, además de que se rumorea que había puesto el ojo en transformar las televisiones. Pero nadie sabe qué pasará cuando se agote la herencia de Jobs en Apple, como no ha trascendido el estado de salud de este mago de 56 años que puso un ordenador en el teléfono, el equipo de música en un bolsillo y todo junto bajo el brazo.
El sustituto
El consejo de administración, de apenas siete personas, seguirá su consejo de sustituirle por Tom Cook, que ha ocupado su cargo durante las dos bajas médicas que se ha tomado, la última en enero.
Cook tiene 30 años de experiencia en el mundo informático al frente de empresas como IBM y Compact, y si bien se le considera un genio de las gestiones que han permitido a Apple firmar contratos clave con empresas de telefonía o crear una cadena de tiendas, muchos temen que carezca de la capacidad de tomar riesgos, la visión y la creatividad de Jobs, que convirtió a los juguetes electrónicos de Apple en los más ‘sexies’ del mercado.
Los temores están bien fundados: la última vez que Apple forzó la expulsión de Jobs en 1985 acabó al borde de la bancarrota.
Cuando volvió, en 1997, no tardó en remontarla al estrellato, como hizo entre tanto con los estudios de animación Pixer o el sistema operativo NeXT. Su sucesor, que hasta ahora se ha mantenido en la sombra y no parece interesado en ser la cara de Apple, aseguró ayer en un email a sus empleados que nada cambiará. ®Steve construyó una compañía y una cultura como ninguna otra en el mundo y vamos a ser fieles a ello porque está en nuestro ADN¯, prometió Cook.
Un voto de confianza al sucesor
Los mercados se recuperaron ayer lentamente del impacto que provocó en la Bolsa la dimisión de Steves Jobs como consejero delegado de Apple. Los inversores recuperaron la calma y decidieron dar una oportunidad a la solvencia de la empresa que ha convertido personalmente en la más fuerte del sector tecnológico. Después de todo, si algún momento es bueno para marcharse es éste.
Apple tiene en caja 76.000 millones de dólares y está bien posicionada, con el 74% de las tabletas y un tercio de los teléfonos inteligentes. Y pese a que el propio Jobs ha dicho que la guerra por conquistar los ordenadores personales ya la ganó Microsoft hace mucho, la cuota de Apple sigue creciendo y es líder absoluto de beneficios, porque se centra en el sector de ordenadores personales que cuestan más de mil dólares. Además, su célebre iPad ha asestado un durísimo golpe a los PC portátiles, cuyas ventas han caído.
El pánico se disipa
Todo eso ha tranquilizado a los accionistas. Si bien la noticia, dada a conocer después de que cerraran los mercados, hizo caer las acciones de Apple más de un 5%, para cuando abrió ayer el Nasdaq el pánico se había disipado. Al final de la jornada el descenso era de menos del 1%. Varias entidades financieras contribuyeron a la calma al expresar su confianza en la empresa. Todo un voto de apoyo para su sucesor, Tim Cook, que viene altamente recomendado por el mago de Apple y ha demostrado por sí mismo ser un genio de los negocios.
Algunos accionistas incluso veían en el movimiento ocurrido en la cúpula la respuesta a sus demandas, expresadas en la última reunión de febrero pasado, donde el 30% pidió un plan claro de sucesión antes de que la salud de Jobs obligue a ello. Apple ha dicho que tenía el plan preparado hace tiempo y que lo único que ha hecho ha sido implementarlo, pero no va en su carácter ser más transparente para no dar oportunidades a sus rivales.