Los accionistas de Amazon AMZN.O no deberían culpar a Amazon. A pesar de un crecimiento brillante, las acciones del distribuidor por internet bajaron un 13 por ciento el jueves en las plataformas electrónicas, después de que la compañía publicase sus resultados del segundo trimestre del año.
Los accionistas se quejan de que los costes son elevados y los márgenes bajos, pero invertir con fuerza en el negocio tiene sentido. Lo que no tiene lógica son los múltiplos demasiado generosos que ha atribuido el mercado a las acciones.
La compañía estaba siendo valorada por los inversores con un PER (relación precio/beneficio) de 40 veces. Este múltiplo presupone la perfección y además anima a una salida del valor en estampida en cuanto se produzca la más mínima desviación respecto a las expectativas de resultados.
El trimestre abril-junio no estuvo tan mal. Las ventas crecieron a buen ritmo, un 41 por ciento más que el mismo trimestre del año pasado, mientras que el beneficio neto creció un 46 por ciento. El aparente problema fue que el margen neto de la compañía se mantuvo en un nivel extremadamente bajo, del 3,2 por ciento, por debajo incluso del de Wal-Mart WMT.N.
La compañía seguramente no está cumpliendo con la promesa de un mayor apalancamiento operativo. Mientras que se espera un crecimiento de hasta el 40 por ciento durante el próximo trimestre, el beneficio operativo subiría un 24 por ciento como mucho. Aun considerando el historial de Amazon de predicciones de beneficio conservadoras, esa brecha indica que los márgenes seguirán flojos.
Está bastante claro lo que Amazon intenta hacer. La compañía está empleando a muchas personas e invirtiendo en todas partes, desde campañas publicitarias de televisión hasta almacenes en el extranjero. Eso es caro. Y la venta de nuevos productos tarda tiempo en ser rentable.
Aunque los inversores estén enojados, no deberían sorprenderse. Los márgenes están en realidad por encima de donde estaban en el mismo trimestre el año pasado. Además, Amazon tiene buenas razones para elegir una gratificación tardía. La rentabilidad anual media del capital invertido ha sido de en torno al 50 por ciento durante los últimos años. Si la dirección de la compañía piensa que tiene lógica emplear su dinero en crecimiento, los accionistas deberían darles el beneficio de la duda y luego más.
Si un crecimiento de las ganancias del 46 por ciento en una compañía de 15 años es suficiente para asustar a los inversores, son los inversores, no la compañía, los que tiene que darse explicaciones.